martes, 19 de agosto de 2008

Malvenida

No me adornen tus ojos de diamantes,
no me vean tus labios con desvelos,
tus manos no besen mis ropas
y tus piernas no tomen mis espaldas.

El comienzo de la historia que no sea
más que otro lamento
suplicando ser sólo viento.

Así es el inicio de las arenas que movimos,
así termina todo tiempo venidero.
Me lo indican las astillas del espejo,
me lo indica tu ignorancia de mi
y de lo que no siento.

Pido nada de lo que puedas darme,
no a tu sexo que revela mis deseos,
no a tu amor que no es completo,
no a tus hijos satisfechos,
no a mis hijos que son nuestros.

Prefiero todo,
el estado inicial que me cobija,
regresar pido al vientre tuyo
que quiero para siempre materno.

Sí a tu voz de mil tonos,
sí a la melodía que tiene tu saliva,
sí al no que me duda y aniquila
todos los presentimientos.

Dolores en los huesos quiero de ti,
destrozos y retazos de pieles quiero
y angustias
y vacíos
que sean todos míos
para hacerlos llenos de ti.

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