lunes, 29 de septiembre de 2008

Sanalotodo

Te beso las canas que
los aires han transformado
ahora en mis amantes.
Disuelto el prejuicio
que tu desviación impone,
me dispongo a cazar recuerdos,
acuerdos de tus ojos juveniles.

Cabizbajo el pesimismo
parece retirarse,
sin embargo,
con particular brío se ha
erguido tantas veces victorioso,
me deleito ante el cariño
con el que mis imposibilidades
retienen a ese monstruo desdeñoso.

Ahora te tengo astuta,
cabildeando mis incertidumbres.

Jugándome a ser tuya,
ríes presurosa ignorando
los aromas de la debilidad,
asesina de calores nuevos y
de todas nuestras presunciones.

Admirada de la artesanía
que se recrea ahora ante mi inspección,
quiero comerme los vicios que te
han hecho,
detener la inmolación,
gritar la ignición sagrada de las biologías
que me hacen regalos de tu cuerpo.

Los paranóicos tenemos,
a veces,
la razón.

Desmiente la encrucijada
de los senderos ya planeados,
sé artífice de la sombra que destruya
mis costumbres y líneas más arriba,
rompe impetuosa mi folklore.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Piedritas

Sacrílega ha resultado la estrategia,
el desdén de tu otra me deja
siempre perpleja,
los artilugios son innecesarios
con este ser marino que no
me deja ser presa.

Pecado he cometido,
me estás dando la penitencia y
aún no he confesado
mi trasapso en los campos minados
de tu camino, apenas retoñado.

Te quiero repartida con sigilo,
se la perversa que
yo siempre he pedido,
deshazme la seguridad que mi
ceño se empeña en reafirmar.

No creo que esto tenga más que dar,
te dió unos días de paz, cierto sosiego a
nuestro andar.

Turbulencia, a otro lugar vete a buscar,
te tengo en constancia,
ya cautiva de ti me puedo resignar.

Logrado el naufragio no quiero ya dudar,
lo sé como te sé,
de ti moriré
de ti invernaré
de ti enloqueceré.

Bienvenido sea el desfallecimiento de
mis salvedades.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Tentenpié

Central de mis amores,
claro está que me limitas.
Monopolio encarcelado, ofertado sin
precaución ni cuestionario.
Te estoy comprando el cuento de tus labios,
estoy de remate y no hay que negarlo.

Entregas tardías,
te estoy dando gratis todos mis días.
Necesito morralla,
meterme a la cabina de la
melancolía y quererte
hecha recuerdos,
no dejar que me entregues sólo deshechos.

Aviso, tiro el ancla,
no lo quiero hacer contigo,
corales destinos atoran
mis inseguridades a los egoísmos.

Mi vida relincha, reinventa añicos,
lo sabe,
no hay ya salvación sólo castigo.

Mordaza

De miedo se mueren las hojas,
al prevenir los eneros que de nuevos y de años
han de ser los primeros.

Tiritando, la timidez impresa
en el tallo que sostiene decisiones,
alberga ciertas canciones que han de ser siempre
meras conspiraciones.

Abandono, entonces, la causa
que es cuesta arriba de mis años
y palpitaciones, deseo
colocar cencieros en pies que son
mis razones.

La lágrima que ignoras
repite cansada lo que nunca
ha querido ser escuchado,
adiós, pido refugio en todos los labios y
oídos salados.

Añejos orgamos logrados
jugando a las escondidillas,
ahora reclaman pendencieros;
inseguras las manos
entorpecen el paso de las edades,
no ven el escarnio
con el que tu comillo
hace el desgarro.

Dulce capricho enardecido,
dulce es que me arrebates
la amargura que nace contigo,
sin tapujos,
ven,
te invito a besarnos lo rojo del ojo.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Ictus

Fuera la poesía, que no es poesía sino otra cosa muy distinta....es bien sabido que escribir daña neuronas, cualquier Hormiga puede explicar (con preciso detalle), el proceso por el cual el cerebro, vaciando de palabras sus circunvoluciones va matando cúmulos de células cerebrales (obvio es indicar que los más dañados por el homicidio-suicidio-muerte neuronal son los individuos divorciados del sentido común, dígase de los escritores y las diferentes disciplinas que conllevan el desarte de proyectar con letras y finalmente palabras una o más ideas).

Así pues, el cerebro cual queso Gruyer, tiene que reemplazar estos espacios para que el resto de la masa encefálica no colapse. Ciertos estudios, realizados por gnomos afásicos de la región del Bosque Rimbombante, han revelado que los espacios intracerebrales se rellenan con el paso del tiempo por diminutas Libélulas, Luciérnagas y Mantis Religiosas.
Cada una de las criaturas mencionadas cumplen una función específica en la creación de nuevos pensamientos, memorias, porvenires, etc.

Los gnomos, macabros cientificistas, y amantes de las Hormigas al principio del texto ya nombradas, se han dedicado sin descanso y exhaustivamente a estudiar cerebros de escritores en todas las materias en las que la literatura se adentra, muertos los escritores, se dedican a cortar cabezas de manera indiscriminada y, sin embargo, sumamente artística.
El procedimiento de la degolladura es harto complicada; inventada en principio por el gnomo Brocca, afamado en los círculos del bien hablar y el bien decir, la técnica consiste en el entrenamiento de los topos caradura que habitan las regiones selváticas del Antártico. Estos topos tiene la peculiaridad de contar con dientes- bisturís, cosa curiosa son estos topos ya que sus congéneres de otras latitudes se conforman con tener dientes-jabón.

(Aclaración a ombligo de página. No trato de menospreciar a ninguna especie del reino cómico musical en este texto científico-técnico-metódico, por lo que mi mención hacia los topos caradura dientes-jabón espero llegue a sus oídos sordos, y por este medio agradezco todos los años de limpieza que han brindado a la deshumanidad.)


Volviendo a los topos dientes-bisturí; Brocca desarrolló un entrenamiento por el cual los topos, oliendo infusión secreta que se dio a conocer por su inventor Trousseau, se dedican a cortar con vehemencia el área donde dicha infusión se coloque. Así pues, colocada la infusión en el cuello de las letras muertas, es decir del escritor entregado a mejor vida, el topo caradura con precisión aguda se deshace de las partes inservibles para la investigación gnómica-afásica.
Una vez que se cuenta con la testa, se procede a extraer el cerebro del individuo en cuestión, procedimiento incendiariamente peligroso dadas las probabilidades de que los nuevos inquilinos, ya mencionados, de la cavidad encefálica quieran escapar para regresar a las profundidades oceánicas de donde, también se ha descubierto, son originarios.
La cabeza es trasladada a un receptáculo de cristal iracundo, verde y algo nacarado, esto es así para proteger la materia gris de envidias innecesarias ladronzuelas y también para que las Luciérnagas, Libélulas y Mantis Religiosas no pierdan la compostura una vez que les da la luz pública.

Los gnomos; liderados por el maestro, y docto en ciencias transcorticales imaginarias, Wernicke; entonces proceden a realizar una serie de pruebas, experimentos y juegos infantiles con las diminutas criaturas que han hecho de los hoyos negros del cerebro, de una gran cantidad de escritores que han aliterado a la deshumanidad, su dichoso hogar. Así llevan a cabo la investigación concerniente a este tan curioso proceder del encéfalo escribano.

Pasando a cosas de más altura e insectitud. Se dedicarán ahora las siguientes palabras aquí expuestas a tratar de explicar la función de las tres formas corporales que vivirán eventualmente, y hasta la hora de su muerte, (¡oh!, escritores del planeta nudo) en los cerebros palabreros.

Intrincadas, rebuscadas y totalmente simples resultan las funciones de la libélula. Dicho ser alado, resultó ser todo un estuche de changuerías, este espécimen se desenvuelve con singular gracia en los terrenos que incluyen la coquetería, el glamour, la elegancia y la sensualidad. Estos singulares entes se desenvuelven con encanto en los recovecos cerebrales imprimiendo a la personalidad del habitado cierta exquisitez observada ya hace años en deshumanos dedicados a tan vengativa profesión, la de los abecedarios consuetudinarios.
Las hay, Libélulas, de distintos colores, entre los cuales se encuentran con mayor frecuencia: el galanura cobalto, la lujuria carmesí y el hedonista cadmio, todos estos, colores compadritos, tiernos e inocentes por definición.

Toca el turno de explicar a las Luciérnagas, que aparte de hacer boleros realizan ciertas funciones de no menos importancia que las realizadas por sus colegas seserales.

Como cualquier deshumano sabe ignorantemente, las Luciérnagas son organismos depresivos, lóbregos, macabros y aunque siempre han brillado por su ausencia en las Fiestas Naturales, se distinguen por brindar cierto calorcillo contradictorio a los lugares donde opacamente se presentan.
Así es que las Luciérnagas acaban por añadir a la personalidad transmutada del individuo huésped características que se observan a todas luces como: achispamiento, dicharacherismo y jocosidad (dicho sea de paso, estos rasgos se verán acentuados en cuanto la residencia deshumna ingiera bebidas tales como la limonada de uva, té de amarres y sobre todos martinis de melcocha).
Los colores que presentan, no sin eclipsamientos, las Luciérnagas en su traserito luminoso son: jubilo celeste, sibarita marrón, glotón añil, magenta maromero, esto por mencionar algunos de los quinientos cincuenta y cinco mil cuatrocientos dos otros colores que presentan las posaderitas de el ente, a su pesar luminoso, que se menciona en este párrafo.

Por último se hará mención del espécimen llamado Mantis Religiosa (también conocida como Campamocha por los oriundos del Desierto Sideral). Este se distingue principalmente por tener un carácter osado, aventurero, libre y especialmente subversivo.
La Campamocha (también conocida como Tatadiós por los nativos de las islas sumergidas del Congo) en sus ratos libres se dedica, aunque con poco éxito, a darles clases de artes marciales, (entre las que destacan la lucha de pulgares, manitas calientes y la dificilísima disciplina del calzón chino), a sus cohabitantes ya descritos.
La Tatadiós (también conocida como Mamboreta por los oriundos de la Sierra Tía de las Muchachas) transmite, a quien es habitado por su insectívora presencia, los siguientes rasgos: oportunismo, patanismo, chabacanería y procacidad.
Se menciona de paso que, llegadas las 12364:997 horas P.M. de todos los días de la vida de la Mamboreta (también conocida como Santa Teresa por los autóctonos de las estepas de Tierra de Hielo), se inclina respetuosa sobre rodillitas y coditos para presentar su ofrenda al huésped polígrafo, consistente en un par de coplas infantiles entonadas con tonos agudos y muy serios.
Los colores en los que mayormente abunda este ejemplar son: libertinaje ocre, herejía violácea, fanatismo índigo y crucifixión turquesa.

Mencionadas las particularidades de cada uno de los mal llamados insectos, cabe resaltar que los tres comparten ciertos rasgos entre los que destacan: ser parietalmente amorosos, egoístamente occipitales, frontalmente humildes y radicalmente temporales.

COLORFÓN

Los escrúpulos que garantizan mi permanencia en el común sentido que me agobia como novel-facinerosa-amanerada-cursi-tramposa-intento de escritora me conminan a abandonar cualquier ulterior explicación, investigación y reporte de este u otros temas. Libero el abrecedario torpe y revueltamente plasmado para siempre, las letras las cuelgo en el cable de la luz para apagarlas de mis dedos.

Mis últimas líneas, querido lector, las escribo mientras una vocecilla cantora inunda al comunicativo telencéfalo de su humilde redactora, temerosa escucho esta cantaleta...las palabras se alojan en mí, las entiendo, ahuyento entonces al horror, ¡¿auditiva la alucinación?!

...Sin embargo escucho, consuelo a Angustia, deliciosa la voz canturrea:

Te quiere la escoba y el recogedor.

Te quiere el plumero y el sacudidor.

Te quiere la araña y el viejo beliz.

También yo te quiero,

y te quiero feliz.


lunes, 8 de septiembre de 2008

Veinte Paranóicos

Que estos años ladinos no
me pasen factura,
ahora que encuentro con tino
a tierna criatura
de tacto de lino y ciertamente divino.

No se haga insípida esa entrega que dejé tanto
tiempo en espera,
no se haga turbia la mirada
deseosa,
ni el sexo se entregue
sin la acostumbrada ansia presurosa.

Miedo de darme,
sin tregua entregarte
lo que se ha sopesado miserable,
que astuta mediocridad sale al paso y
decide voltear lienzo y transformarlo
en cedazo.

Así pido clemencia pues quiero quererte fuerte,
no me dejes a la mala,
no me dejes a la suerte.

El teatro al que me apego no es más que
el drama de mis sueños viejos,
resquebrajada está la ilusión,
por eso te aquejo,

con mis argucias y mis denuncias,
con todo aquello que separará
de ti mis penumbras.

Suponiendo me hecho enemiga
del para siempre que añoro,
presagios no son nada nuevos,
mis opciones rotas siempre las lloro.

Melancolía de los porvenires...
Pido, rompas el estigma que suele
ceñir mis devenires.
Despide a la neurosis de los recuerdos,
se tú la que aleja maldición que constriñe
sin respiro añejos besos.

Cansado discurso que hago,
agotada la lengua que mando,
fuerza le pido a tu oído que no se volteé
ante tal resabio,
de sabores conjugados,
de verbos enamorados,
ámate mía y
que a mi me abandonen
estas necias manías.

jueves, 4 de septiembre de 2008

A Claraciones

La mentira que desató aquel huracán
ahora es visible con el caleidoscopio de tu
almohada, visionaria de besos, receptáculo
de pesadillas piadosas.

No quise herir la susceptibilidad de tu cuello,
no pretendo dañar la sensibilidad de tu vientre,
sin embargo,
tengo la intención de comerme el color
de tus ojos,
de arrancar la ternura de tu vida,
de desangrar la comisura de tus palabras.

Ahora que tengo remitente temporal, me
dedicaré a rendir pequeño culto a los días
que te avisan ya un poco más mía.
Sí, la pretensión ahora se hace ajena,
voy haciendo propio tu deseo.

Mis ganas salivan ante tu portento,
motivas la procesión,
tú eres la causa
de las multitudes que gritan,
sin ocultar, mi admiración.

Abstemia de miradas quiero ofrecerme
ante ti,
recibe en subasta a la que te quiere,
gánate la platea más alta,
pues mis manos orfebres trabajarán
más cadenas que te adornan, mientras a mi
me atan.

Recíbeme absurda de amores,
abre pieles, recorta recelos....
no hace más falta que la diáfana
caricia que mis ojos hacen a tus anhelos
para llamarme
como tú,
para confundirnos
para perdernos.