sábado, 13 de septiembre de 2008

Ictus

Fuera la poesía, que no es poesía sino otra cosa muy distinta....es bien sabido que escribir daña neuronas, cualquier Hormiga puede explicar (con preciso detalle), el proceso por el cual el cerebro, vaciando de palabras sus circunvoluciones va matando cúmulos de células cerebrales (obvio es indicar que los más dañados por el homicidio-suicidio-muerte neuronal son los individuos divorciados del sentido común, dígase de los escritores y las diferentes disciplinas que conllevan el desarte de proyectar con letras y finalmente palabras una o más ideas).

Así pues, el cerebro cual queso Gruyer, tiene que reemplazar estos espacios para que el resto de la masa encefálica no colapse. Ciertos estudios, realizados por gnomos afásicos de la región del Bosque Rimbombante, han revelado que los espacios intracerebrales se rellenan con el paso del tiempo por diminutas Libélulas, Luciérnagas y Mantis Religiosas.
Cada una de las criaturas mencionadas cumplen una función específica en la creación de nuevos pensamientos, memorias, porvenires, etc.

Los gnomos, macabros cientificistas, y amantes de las Hormigas al principio del texto ya nombradas, se han dedicado sin descanso y exhaustivamente a estudiar cerebros de escritores en todas las materias en las que la literatura se adentra, muertos los escritores, se dedican a cortar cabezas de manera indiscriminada y, sin embargo, sumamente artística.
El procedimiento de la degolladura es harto complicada; inventada en principio por el gnomo Brocca, afamado en los círculos del bien hablar y el bien decir, la técnica consiste en el entrenamiento de los topos caradura que habitan las regiones selváticas del Antártico. Estos topos tiene la peculiaridad de contar con dientes- bisturís, cosa curiosa son estos topos ya que sus congéneres de otras latitudes se conforman con tener dientes-jabón.

(Aclaración a ombligo de página. No trato de menospreciar a ninguna especie del reino cómico musical en este texto científico-técnico-metódico, por lo que mi mención hacia los topos caradura dientes-jabón espero llegue a sus oídos sordos, y por este medio agradezco todos los años de limpieza que han brindado a la deshumanidad.)


Volviendo a los topos dientes-bisturí; Brocca desarrolló un entrenamiento por el cual los topos, oliendo infusión secreta que se dio a conocer por su inventor Trousseau, se dedican a cortar con vehemencia el área donde dicha infusión se coloque. Así pues, colocada la infusión en el cuello de las letras muertas, es decir del escritor entregado a mejor vida, el topo caradura con precisión aguda se deshace de las partes inservibles para la investigación gnómica-afásica.
Una vez que se cuenta con la testa, se procede a extraer el cerebro del individuo en cuestión, procedimiento incendiariamente peligroso dadas las probabilidades de que los nuevos inquilinos, ya mencionados, de la cavidad encefálica quieran escapar para regresar a las profundidades oceánicas de donde, también se ha descubierto, son originarios.
La cabeza es trasladada a un receptáculo de cristal iracundo, verde y algo nacarado, esto es así para proteger la materia gris de envidias innecesarias ladronzuelas y también para que las Luciérnagas, Libélulas y Mantis Religiosas no pierdan la compostura una vez que les da la luz pública.

Los gnomos; liderados por el maestro, y docto en ciencias transcorticales imaginarias, Wernicke; entonces proceden a realizar una serie de pruebas, experimentos y juegos infantiles con las diminutas criaturas que han hecho de los hoyos negros del cerebro, de una gran cantidad de escritores que han aliterado a la deshumanidad, su dichoso hogar. Así llevan a cabo la investigación concerniente a este tan curioso proceder del encéfalo escribano.

Pasando a cosas de más altura e insectitud. Se dedicarán ahora las siguientes palabras aquí expuestas a tratar de explicar la función de las tres formas corporales que vivirán eventualmente, y hasta la hora de su muerte, (¡oh!, escritores del planeta nudo) en los cerebros palabreros.

Intrincadas, rebuscadas y totalmente simples resultan las funciones de la libélula. Dicho ser alado, resultó ser todo un estuche de changuerías, este espécimen se desenvuelve con singular gracia en los terrenos que incluyen la coquetería, el glamour, la elegancia y la sensualidad. Estos singulares entes se desenvuelven con encanto en los recovecos cerebrales imprimiendo a la personalidad del habitado cierta exquisitez observada ya hace años en deshumanos dedicados a tan vengativa profesión, la de los abecedarios consuetudinarios.
Las hay, Libélulas, de distintos colores, entre los cuales se encuentran con mayor frecuencia: el galanura cobalto, la lujuria carmesí y el hedonista cadmio, todos estos, colores compadritos, tiernos e inocentes por definición.

Toca el turno de explicar a las Luciérnagas, que aparte de hacer boleros realizan ciertas funciones de no menos importancia que las realizadas por sus colegas seserales.

Como cualquier deshumano sabe ignorantemente, las Luciérnagas son organismos depresivos, lóbregos, macabros y aunque siempre han brillado por su ausencia en las Fiestas Naturales, se distinguen por brindar cierto calorcillo contradictorio a los lugares donde opacamente se presentan.
Así es que las Luciérnagas acaban por añadir a la personalidad transmutada del individuo huésped características que se observan a todas luces como: achispamiento, dicharacherismo y jocosidad (dicho sea de paso, estos rasgos se verán acentuados en cuanto la residencia deshumna ingiera bebidas tales como la limonada de uva, té de amarres y sobre todos martinis de melcocha).
Los colores que presentan, no sin eclipsamientos, las Luciérnagas en su traserito luminoso son: jubilo celeste, sibarita marrón, glotón añil, magenta maromero, esto por mencionar algunos de los quinientos cincuenta y cinco mil cuatrocientos dos otros colores que presentan las posaderitas de el ente, a su pesar luminoso, que se menciona en este párrafo.

Por último se hará mención del espécimen llamado Mantis Religiosa (también conocida como Campamocha por los oriundos del Desierto Sideral). Este se distingue principalmente por tener un carácter osado, aventurero, libre y especialmente subversivo.
La Campamocha (también conocida como Tatadiós por los nativos de las islas sumergidas del Congo) en sus ratos libres se dedica, aunque con poco éxito, a darles clases de artes marciales, (entre las que destacan la lucha de pulgares, manitas calientes y la dificilísima disciplina del calzón chino), a sus cohabitantes ya descritos.
La Tatadiós (también conocida como Mamboreta por los oriundos de la Sierra Tía de las Muchachas) transmite, a quien es habitado por su insectívora presencia, los siguientes rasgos: oportunismo, patanismo, chabacanería y procacidad.
Se menciona de paso que, llegadas las 12364:997 horas P.M. de todos los días de la vida de la Mamboreta (también conocida como Santa Teresa por los autóctonos de las estepas de Tierra de Hielo), se inclina respetuosa sobre rodillitas y coditos para presentar su ofrenda al huésped polígrafo, consistente en un par de coplas infantiles entonadas con tonos agudos y muy serios.
Los colores en los que mayormente abunda este ejemplar son: libertinaje ocre, herejía violácea, fanatismo índigo y crucifixión turquesa.

Mencionadas las particularidades de cada uno de los mal llamados insectos, cabe resaltar que los tres comparten ciertos rasgos entre los que destacan: ser parietalmente amorosos, egoístamente occipitales, frontalmente humildes y radicalmente temporales.

COLORFÓN

Los escrúpulos que garantizan mi permanencia en el común sentido que me agobia como novel-facinerosa-amanerada-cursi-tramposa-intento de escritora me conminan a abandonar cualquier ulterior explicación, investigación y reporte de este u otros temas. Libero el abrecedario torpe y revueltamente plasmado para siempre, las letras las cuelgo en el cable de la luz para apagarlas de mis dedos.

Mis últimas líneas, querido lector, las escribo mientras una vocecilla cantora inunda al comunicativo telencéfalo de su humilde redactora, temerosa escucho esta cantaleta...las palabras se alojan en mí, las entiendo, ahuyento entonces al horror, ¡¿auditiva la alucinación?!

...Sin embargo escucho, consuelo a Angustia, deliciosa la voz canturrea:

Te quiere la escoba y el recogedor.

Te quiere el plumero y el sacudidor.

Te quiere la araña y el viejo beliz.

También yo te quiero,

y te quiero feliz.


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