lunes, 22 de septiembre de 2008

Mordaza

De miedo se mueren las hojas,
al prevenir los eneros que de nuevos y de años
han de ser los primeros.

Tiritando, la timidez impresa
en el tallo que sostiene decisiones,
alberga ciertas canciones que han de ser siempre
meras conspiraciones.

Abandono, entonces, la causa
que es cuesta arriba de mis años
y palpitaciones, deseo
colocar cencieros en pies que son
mis razones.

La lágrima que ignoras
repite cansada lo que nunca
ha querido ser escuchado,
adiós, pido refugio en todos los labios y
oídos salados.

Añejos orgamos logrados
jugando a las escondidillas,
ahora reclaman pendencieros;
inseguras las manos
entorpecen el paso de las edades,
no ven el escarnio
con el que tu comillo
hace el desgarro.

Dulce capricho enardecido,
dulce es que me arrebates
la amargura que nace contigo,
sin tapujos,
ven,
te invito a besarnos lo rojo del ojo.

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