Te beso las canas que
los aires han transformado
ahora en mis amantes.
Disuelto el prejuicio
que tu desviación impone,
me dispongo a cazar recuerdos,
acuerdos de tus ojos juveniles.
Cabizbajo el pesimismo
parece retirarse,
sin embargo,
con particular brío se ha
erguido tantas veces victorioso,
me deleito ante el cariño
con el que mis imposibilidades
retienen a ese monstruo desdeñoso.
Ahora te tengo astuta,
cabildeando mis incertidumbres.
Jugándome a ser tuya,
ríes presurosa ignorando
los aromas de la debilidad,
asesina de calores nuevos y
de todas nuestras presunciones.
Admirada de la artesanía
que se recrea ahora ante mi inspección,
quiero comerme los vicios que te
han hecho,
detener la inmolación,
gritar la ignición sagrada de las biologías
que me hacen regalos de tu cuerpo.
Los paranóicos tenemos,
a veces,
la razón.
Desmiente la encrucijada
de los senderos ya planeados,
sé artífice de la sombra que destruya
mis costumbres y líneas más arriba,
rompe impetuosa mi folklore.
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