viernes, 14 de noviembre de 2008

Chincursigada

Duro y tupido,
me llovió encima el desprestigio
que he lucido ante gigantes inseguros,
que se esconden inmaduros,
en las arrugas de mis manos agrietadas
por tiranos tiernos precipicios.

Es lamentable que,
a estas alturas del libertinaje histriónico que represento,
me ponga a hostigar a la infantil presencia que
rodea frecuente dramáticos y sexuales desencuentros.
Ni modo, así me han labrado los cataclismos
que han trastocado mis tiempos.

El drama se ahoga en un vaso de agua,
lo sé,
me atraganto con mililitros de desatenciones.
Para ti son nada,
son ratitos,
las edades deberían de constatar
las soledades que han sumergido
en ti esperanzas e ilusiones.

No puedo mantenerme ajena,
el diálogo que tienes contigo,
escupe a cualquier intruso,
incluso,
con risueño cinismo.

No te disculpo,
de qué, para qué.
La empatía en ti es ignorante de sí misma.
En mí,
la mania noctámbula se amedrenta
ante depresión solar,
combinación pavorosa de raquíticas
promesas,
quebradizo tengo el ego.

Te amo, despiadadamente, a mi pesar.

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