Pudorosos son los duendes que se ocultan en las rendijas de tu galanura,
tú sonríes fervorosa...
Soy tu Eco, te repito, te desencuentro.
Perdona la intormisión, ¿cómo es que te llamas?
Se lo pregunta el río,
se lo preguntan los helechos, y la torpe arena que te mueve.
El candor con el que te muestras escandaliza a mi sonámbulo,
empastilla a mi letargo, reinventa mi narcolepsia.
Muda es la cantaleta de tus gemidos,
Onán se disculpa con las manos de todos nosotros
los vencidos,
qué drama el que me aflige al escuchar
en tu voz los latidos sincopados de tu sexo.
... al final sólo son dientes.
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