Con mi ofrenda lunar me acerco,
descubro la única estrella de la madrugada
y el cielo escupe los colores
de la tierra.
Con las manos frías,
con la espalda en lo blanco
adolorida,
siento el beso de los pinos,
veo como han torcido su camino
hasta encontrarse en lo alto,
hasta compartir capullos y telas de arañas.
Sí, lo veo claro
ahora lo he dicho y lo he terminado,
pues el camino es traicionero
y se encuentra enamorado,
de las escaleras que no conoce,
de las duelas negras de sangre, de alcohol
y de tabaco.
De tierra me hicieron
un día que no es otro que un
sábado,
el sonido de un juego,
las percusiones,
el sudor en contacto,
los nervios y el baile,
las cosas usadas,
de nuevo el camino:
Resiste
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